sábado, 20 de diciembre de 2014


Cojo algo de aire para escribir un poco. Abrir para ventilar, que aquí huele a cuco.




Estos dos últimos meses los he pasado entintando una novela que ha ido creciendo en número de páginas hasta acariciar sensualmente el número 160. Me resulta extraño, probablemente por ser mi primerita vez, emplear dos meses en darle una vuelta al trabajo de año y medio/dos años. Que pase como si nada, salvo por los dolores de espalda y mano que, a parte de indicar que lo estoy haciendo mal, indica que llevo mucho tiempo haciéndolo.



Da un poco de cague pensar que  una vez terminado de colorear y cerrar con la portada, impresión, etc., alguien lo comprará, lo leerá en un rato, te juzgará a ti y a tu trabajo, y se acabó. Una novedad consumida y puesta a formar fila en la estantería junto a otros libros peores y mejores.

Todo el trabajo y el dolor para quedar mal si no quieres hacer una dedicatoria porque te incomoda terriblemente dibujar bajo la mirada de alguien sabiendo que no lo vas a hacer bien frente el gesto fácil de sacar dinero del monedero. Perdón, esto no tenía nada que ver con el tema, pero igualmente os lo coméis.




Que pronto comenzaré a colorear, vaya. Tengo algunas ideas en mente, la principal es conseguir un acabado similar al de Tétanos publicado en Terry (Fulgencio Pimentel) cuyo resultado hizo feliz a todo el mundo, incluso los que nunca lo leyeron ni leerán y esperan a que hagan la película (de la antología completa). Digo "idea principal" porque, entre otras cosas, a lo largo de la historia he ido probando diferentes estilos gráficos dentro de un mismo hilo narrativo para hablar de recuerdos, estados emocionales, sueños, visiones, etc. En ese sentido El hombre que se dejó crecer la barba de Schrauwen es un ejemplo claro, por saber qué narices estoy intentando decir.




¿De qué más puedo hablar sin que me pregunten? Revisando lo hecho hasta ahora veo que ha acabado apareciendo gente como Charles Burns (Tóxico sobre todo) y Clowes (Como guante de seda forjado en hierro), con los que empecé a leer cómic y terminaron quedándose a vivir en mi cabezo sin pedir permiso, cuando yo lo que quería era mezclar la línea franco-belga (Hergé) con algún toque oriental (Maruo). Habrá quien vea a Chris Ware, cuyo mito conozco más que a su obra, sin saber bien cómo de interiorizado lo tengo o cuánto miento al decir esto. Tampoco sé ni quiero saber hasta qué punto fallo a la hora de dejar claros mis referentes. Es un caos con el que me siento cómodo y al que no me apetece poner orden.



Salud.